El embajador polaco Eugeniusz Noworyta se ve como si recién acabara de ganar el Campeonato Mundial (de hecho, el equipo de Polonia viene jugando en forma admirable para la clasificación a la Copa del Mundo) pero él sostiene entre sus manos algo mucho más valioso: el reconocimiento de la Fundación Internacional Raoul Wallenberg al diplomático polaco Jan Karski (1914-2000) por alertar al mundo sobre el padecimiento de los judíos europeos durante la Segunda Guerra Mundial.
Las rememoraciones del Holocausto son bastante frecuentes e, incluso, eventos de moda pero el tributo de la Fundación Internacional Raoul Wallenberg al diplomático polaco y héroe de la resistencia Jan Karski en la Embajada de la República de Polonia la semana pasada fue una ocasión especial en el curso de la cual el mayor descontento pareció estar más dirigido a la apatía Aliada que a las atrocidades nazis.
El embajador de Polonia Eugeniusz Noworyta comenzó la ceremonia presentando a Karski, un ciudadano tan católico como tantos otros polacos. Nacido en 1914 en la ciudad textil de Lodz en el centro de Polonia, su verdadero nombre era Jan Kozielewski. Educado por los Jesuitas, se graduó en derecho en la universidad de Lwow y siguió la carrera diplomática.
Cuando comenzó la Guerra en 1939, Polonia solo podía ofrecer coraje, dijo Noworyta – un coraje reflejado ampliamente por Karski en el frente oriental en 1939 y aún más por su posterior trabajo en la resistencia clandestina Polaca. Debido a que poseía una memoria fotográfica y era políglota, fue la elección lógica como correo de dicha resistencia.
En 1942 Karski corrió el enorme riesgo de infiltrarse en dos oportunidades en el gueto de Varsovia disfrazado como judío y también lo hizo en el campo de exterminio de Belzec por una hora, convirtiéndose probablemente en el primer testigo no judío, y por lo tanto totalmente objetivo, en revelar lo ocurrido. Tan pronto como su trabajo lo llevó a Londres, informó de la tragedia judía al Ministro de Asuntos Exteriores Anthony Eden, Lord Cranborne, líder del Partido Conservador y a los políticos del partido Laborista Hugh Dalton y Arthur Greenwood.
Pero su pormenorizado relato de las atrocidades del Holocausto no fue tomado en serio. Se le informó que si los alemanes eran tan estúpidos como para desviar la atención militar en objetivos tan ”secundarios” como el exterminio de judíos, los aliados no tenían la intención de repetir el error.
‘Si Hitler quiere perder sus trenes transportando a judíos a los campos de concentración,
déjenlo! Y ‘¿Qué esperan que hagamos?, ¿que bombardeemos los campos para que mueran más rápido?’ Fueron algunas de las respuestas que recibió. El escritor H.G. Wells, un socialista de toda la vida, le dijo a Karski: ‘Habría que estudiar las causas por las cuales surge el antisemitismo en todos los países en donde viven judíos.’
No le fue mejor en los Estados Unidos donde el Presidente Franklin D. Roosevelt, el arzobispo de Nueva York Cardenal Francis Spellman y el juez de la Corte Suprema de Justicia Felix Frankfurter estuvieron entre las personas con las cuales Karski se entrevistó a mediados de 1943. Roosevelt interrogó a Karski durante cuatro horas sobre la situación de Europa detrás de las líneas enemigas pero no mostró interés alguno sobre la situación de los judíos. Frankfurter, quien era judío, simplemente se negó a creer la historia, al igual que otros líderes estadounidenses.
El libro de Karski del año 1944 ”El Estado Secreto” pone en claro que los líderes occidentales tenían pleno conocimiento del genocidio nazi años antes del final de la guerra.
Luego de la Guerra, Karski fue profesor de Filosofía del Derecho y Ciencias Políticas en los Estados Unidos, a menudo visitando su Polonia natal en los últimos 10 años anteriores a su fallecimiento, ocurrido en el mes de julio de 2000. Fue nombrado ciudadano ilustre del Estado de Israel y también recibió la Orden del Águila Blanca, la más alta condecoración otorgada por Polonia.
En la ceremonia también hablaron el escritor Marcos Aguinis, el padre Horacio Moreno y el sobreviviente del gueto de Lodz y de Auschwitz, Jack Fuchs, mientras que el director ejecutivo de la Fundación Gustavo Jalife leyó las adhesiones de personalidades mundiales, entre ellos el Secretario General de las Naciones Unidas, Kofi Annan, el Presidente de la República Checa, Vaclav Havel, y el Alcalde de Nueva York Rudolph Giuliani. Aguinis, quien junto al Embajador sueco Peter Landelius hizo entrega a la embajada de Polonia de una escultura en honor a Karski, subrayó la responsabilidad mundial por el Holocausto al señalar el fracaso de una conferencia internacional del año 1938 sobre el pedido judío de ofrecer una alternativa a ‘la solución final’.
Traducción FIRW